Por: Licda. Montserrat Hidalgo
Psicóloga ClínicaInternet.
Una palabra que encierra tantas posibilidades, tantos servicios y usos.
Cómo imaginar la vida sin Internet hoy, si los aportes a la humanidad son enormes, y los beneficios superan por muchísimo los perjuicios.
Esto significa un enorme reto para todos. Para los que nacimos y vivimos una parte de nuestras vidas sin internet, y para nuestros hijos, quienes vinieron a este mundo prácticamente sabiendo cómo se hace “click” con el “mouse”.
Antes, encontrar información requería una visita, a veces, de varias horas a la biblioteca, y los libros no siempre eran los más recientes, por lo que el acceso a una gran diversidad de campos estaba reservada para unos pocos.
Ahora, la información se puede encontrar sin salir de la casa. El ahorro en tiempo es enorme, y ni qué decir de la diversidad de temas a los que ahora tenemos acceso.
Muchos padres viven preocupados por el efecto nocivo que puede producir el uso de una computadora en sus hijos.
A los padres nos toca educar y preparar a nuestros hijos para valerse por sí mismos en la vida, pero no es encerrándolos ni privándolos de aprender cómo dar buen uso a las cosas.
El trabajo de educarlos es una labor a la cual no podemos renunciar, y debe ser un esfuerzo diario y sostenido.
No es castigándolos que lograremos que aumente su grado de responsabilidad. Es dándoles amor. Regalándoles nuestro tiempo y nuestro interés genuino para comprenderlos, respondiendo a sus inquietudes y demostrándoles con hechos concretos que cuentan con nosotros, que no están solos, ni tienen que buscar en otras partes.
Una palabra que encierra tantas posibilidades, tantos servicios y usos.
Cómo imaginar la vida sin Internet hoy, si los aportes a la humanidad son enormes, y los beneficios superan por muchísimo los perjuicios.
Recientemente, en agosto de este año, la Sala Constitucional declaró el acceso a Internet como un derecho fundamental para todos los costarricenses.
Esto significa un enorme reto para todos. Para los que nacimos y vivimos una parte de nuestras vidas sin internet, y para nuestros hijos, quienes vinieron a este mundo prácticamente sabiendo cómo se hace “click” con el “mouse”.
Antes, encontrar información requería una visita, a veces, de varias horas a la biblioteca, y los libros no siempre eran los más recientes, por lo que el acceso a una gran diversidad de campos estaba reservada para unos pocos.
Ahora, la información se puede encontrar sin salir de la casa. El ahorro en tiempo es enorme, y ni qué decir de la diversidad de temas a los que ahora tenemos acceso.
Muchos padres viven preocupados por el efecto nocivo que puede producir el uso de una computadora en sus hijos.
El reto está en aprender a llevarnos con esta herramienta, y no culparla de los depredadores sexuales que acechan, o de que los hijos ahora pasan pegados a una pantalla.
Efectivamente, si es mal utilizado las consecuencias no serán buenas. Pero la culpa no la tiene el internet. El abuso de la computadora, es más una manifestación de un problema de fondo en el hogar, que una adicción que surgió de la nada.
Lo mismo pasa con cualquier otro tipo de adicción, o desórdenes del estado de ánimo, son tan solo síntomas de una situación mayor que debe trabajarse, idealmente con un psicoterapeuta.
Claro está que es más fácil culpar al internet, y castigar a los chicos con prohibirles su uso.
A los padres nos toca educar y preparar a nuestros hijos para valerse por sí mismos en la vida, pero no es encerrándolos ni privándolos de aprender cómo dar buen uso a las cosas.
El trabajo de educarlos es una labor a la cual no podemos renunciar, y debe ser un esfuerzo diario y sostenido.
Con una charla sobre sexo o una arenga acerca de los peligros del mal uso del internet, difícilmente solucionaremos nada.
La educación es un proceso continuo, de todos los días. Y la parte que a los padres y madres nos corresponde debe tener continuidad.
Debemos explicarles y usar ejemplos claros para que puedan comprender las consecuencias del mal uso del internet. Lo mismo las consecuencias que traerán para ellos el escuchar malos consejos de los amigos o de tomar malas decisiones.
Nuestros hijos nos tienen a nosotros. Somos sus guías, y estando verdaderamente ahí para ellos, es el modo en que podemos fortalecerlos de la mejor manera, para que crezcan independientes y aumenten sus posibilidades de ser felices como adultos sanos en un futuro.
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